Corría el año mil novecientos cincuenta y pico, mejor dicho remaba el año mil novecientos cincuenta y pico, entre astillas de ébano, pino paraná y madera balsa se ensayaban los primeros bocetos de callac (después en la modernidad los hicieron de fibra y le pusieron kayak porque era mas “fashion”). Allí nacía de cuna naútica un futuro kayakista de elite, único en su estirpe y estilo incomparable de paladas infinitas que hoy trasciende fronteras (¿).
Cuenta una leyenda, que cierta noche junto a un fuego épico las palabras que dijo, narrando el instante explosivo que lo llevó al podio (como es su costumbre) fueron: “ desde el momento de la largada sentí que el tiempo se detenía a mi alrededor, todo era en cámara lenta, podía ver cómo la silueta de mi kayak que levitaba, intentaba en vano dibujarse sobre el agua. Cada palada desahuciaba cualquier proyección de sombras o reflejos sobre el agua… más atrás…mucho más atrás… aún estaban ellos, impulsándose en la largada ”, cuando el zensei nombra “ellos”, hace clara referencia emotiva en reconocimiento al esfuerzo brindado por sus contendientes kayakistas y pontoneros, que por extraña razón éstos últimos también avanzaban misteriosamente “enganchados” a los competidores. Un estudio hidráulico justifica que detrás, el campeón múltiple medallista, provocaba a su paso un vacio, que absorbía todo a su paso e incluso causó serios daños en los cimientos del murallón del dique, presumiéndose también que esas turbulencias horas más tarde hundieron un K2 uruguayo de lo cual se tuvo que justificar y descartar cualquier replesalia por las papeleras.
Enriquecido por su bajo perfil, inigualable modestidad y sensillez en sus palabras coronó sus logros con preseas doradas, talladas por los dioses del olimpo y templadas con el fuego divino de su férrea voluntad, pero que tímidamente oculta para no ostentar ni desmerecer a sus compañeros de equipo.
Al igual que le sucede a todo el que triunfa, también tiene sus retractores, quizá por la envidia o el desprecio, injurían sus progresos haciendo referencia a sospechosas dádivas a jueces de largadas, temerosos oponentes amenazados para ir a menos o simplemente cuestión de suerte, pero el campeón permanece inmutable a sus dichos y parafrasea al Quijote adaptándo el “ladran sancho, señal que cabalgamos” a un ”Profe, boquean los peces, señal que remamos”, pero esa ya es otra historia.
Campeón, Gracias por compartir el asado de tu cumple y las historias de tus aventuras!!!
Cuenta una leyenda, que cierta noche junto a un fuego épico las palabras que dijo, narrando el instante explosivo que lo llevó al podio (como es su costumbre) fueron: “ desde el momento de la largada sentí que el tiempo se detenía a mi alrededor, todo era en cámara lenta, podía ver cómo la silueta de mi kayak que levitaba, intentaba en vano dibujarse sobre el agua. Cada palada desahuciaba cualquier proyección de sombras o reflejos sobre el agua… más atrás…mucho más atrás… aún estaban ellos, impulsándose en la largada ”, cuando el zensei nombra “ellos”, hace clara referencia emotiva en reconocimiento al esfuerzo brindado por sus contendientes kayakistas y pontoneros, que por extraña razón éstos últimos también avanzaban misteriosamente “enganchados” a los competidores. Un estudio hidráulico justifica que detrás, el campeón múltiple medallista, provocaba a su paso un vacio, que absorbía todo a su paso e incluso causó serios daños en los cimientos del murallón del dique, presumiéndose también que esas turbulencias horas más tarde hundieron un K2 uruguayo de lo cual se tuvo que justificar y descartar cualquier replesalia por las papeleras.
Enriquecido por su bajo perfil, inigualable modestidad y sensillez en sus palabras coronó sus logros con preseas doradas, talladas por los dioses del olimpo y templadas con el fuego divino de su férrea voluntad, pero que tímidamente oculta para no ostentar ni desmerecer a sus compañeros de equipo.
Al igual que le sucede a todo el que triunfa, también tiene sus retractores, quizá por la envidia o el desprecio, injurían sus progresos haciendo referencia a sospechosas dádivas a jueces de largadas, temerosos oponentes amenazados para ir a menos o simplemente cuestión de suerte, pero el campeón permanece inmutable a sus dichos y parafrasea al Quijote adaptándo el “ladran sancho, señal que cabalgamos” a un ”Profe, boquean los peces, señal que remamos”, pero esa ya es otra historia.
Campeón, Gracias por compartir el asado de tu cumple y las historias de tus aventuras!!!
