martes, 17 de marzo de 2009

Travesía Río, Mar y Laguna a Mar Chiquita City.

Promediaba fines de Febrero y principio de Marzo, el grupo tinto seguía insistiendo en desafiar la naturaleza acuática manteniéndose reacios a los rumores infundados de sequía que según los lugareños estaban afectando la zona. Los guerreros de la pala doble, incursionaron en una nueva expedición pero esta vez a la Laguna de Mar Chiquita, con posibilidad de acceso al Oceáno Atlántico, o un poco más cerca de la orilla. La partida fue de madrugada, siete paladines y tres vehículos conformaban la flota del grupo de kayakistas extremos. Un Renault 9 rojo con tres kayak, agua como para 20 dias, y tres toneladas de boludeses, más el profe “manager de la expedición” (Pablo), un asesor climático ávido en el estudio de corrientes marinas (Néstor) y el chofer (Hernán) con un atuendo intimidatorio para evitar a como sea que les secuestren la nave por falta de VTV. Por otro lado, un Duna Break conducido por el Comodoro César y el copiloto Gastón que leía la hoja de ruta y le cantaba las curvas (después de pasarlas). Más allá y vaya a saber por donde, en un VW Golf estaban el Capitán de Navío Roberto y el recontraalmirante de la expedición, Rubén. Ambos expertos en fotografía Marina, submarina, satelital, Gps y otras yerbas.







Arribamos cerca del mediodía a una base misilistica de la Fuerza Aérea que está en desuso, que cuando vimos las comodidades de las instalaciones, lo de travesía y acampada agreste quedó en el olvido. Una fanfarria castrense nos dió la recepción, eran como dos, y no tuvieron la mejor ocurrencia que ofrecerse para lo que se necesitara, a lo cual los expedicionarios no se quedaron atrás y empezaron a manguearles de todo, haciendo uso de la chapa del comodoro. Por las dudas cuando alguien vaya, no diga que es de Tandil.
Sin más vueltas nos lanzamos al agua, que por cierto ya daba sabor a poco, además del gusto salado. Luego de una hora llegamos a la desembocadura del Mar. Ya desde la playa el sensei nos mandó de a uno al matadero de olas espumosas. Arrancó Gastón “Boston Medical” antes que le dijeran que podía salir, mandó catorce paladas sobre la arena antes de siquiera rozar el agua. Cuando quisimos acordar, Gastón estaba más cerca de Mar del Plata que de santa Teresita. Despues Roberto rindió los honores, aunque una ola le cobró de peaje el timón, no se amedrentó y siguió adelante, lo mismo Rubén que parecía un surfista chapoteando sobre la espuma. El chofer del 9 Rojo, que ya lo estaba poniendo en marcha para volverse, se compadeció de sus pares y les propuso quedarse a cuidar las cosas. En respuesta fue amenazado que si se volvía lo fajaban entre Pablo y Nestor por lo que ante tamaño incentivo, cerró los ojos y también se internó en el mar. Más allá de la rompiente, después aparecieron Nestor y Pablo charlando como si nada y con menos cara de sufridos que el antecesor.
Ya sobre la costa de la playa bañistas y pescadores se agolpaban en la orilla aplaudiendo rabiosamente (en realidad se había perdido un nene y a nosotros ni bola).
Salimos rumbo a la costa Uruguaya, previa intención de parada en la Isla Martín García, u otra isla por ahí cerquita. Recurrimos a la brujula flotadora de Roberto pero descubrimos que tenemos menos orientación que Tom Hanks en naufrago, quizá nos faltó Wilson. Ya en medio de la nada, Rubén consultaba por si alguien tenía un par de pilas debajo del cubrecockpit, cosa que tampoco no era garantia que el GPS después funcionara, ya que no aclaró que pilas llevaba. Igual lo único que teniamos eran las pasas de uvas rubias de Roberto, que según estudios científicos tienen muy poco amperaje. Gastón hasta se dio el lujo de abandonar a la deriba su pala. Luego de 23 horas de remada hacia vaya saber donde (la isla ni la vimos) volvimos a la costa en una montaña rusa de olas que nos sorprendían desde atrás. Resumiendo, todos le entraron parejitos a la orilla, menos Hernán y Néstor que para llamar la atención se quedaron haciendo un rol involuntario. Y cesar que para no ser menos, se volvió hacia ellos para darse vuelta también él, porque pensó que se había olvidado esa parte y le pareció divertida.
Ya más tranqui, volvimos por el rio hasta la base, por si fuera poco miles de kitesurf, esos que andan sobre una tabla con barrilete, nos chiflaron la oreja y si los kayak tuvieran una capa más de pintura nos parten al medio. Por si fuera poco, también había winsurf, jetsky, lanchas, botes, una canoa pedorra a vela (nada de envidia), submarinos y medusas venenosas como las de “Buscando a Nemo”.
Sacandole chispas a las palas, y pasando por debajo del puente regresamos a la base. Los expedicionarios no sabían que el máyor peligro estaba en tierra. Antes que los sorprenda la noche o mejor dicho antes que se mamen y pierdan la orientación, salieron en busca de maderos, troncos, ramitas y yuyitos combustibles.
Es por acá!! gritó Gastón .. y el resto de los inconscientes lo siguieron como si no lo conocieran, se internaron en un campo de colas de zorros de siete metros de altura, espinas que arañaron su piernas y tábanos kamikazes que les masticaban los tobillos. De pronto se escuchó un movimiento de pastizales, ya no estaban solos. Pero esta es otra historia que se cuenta mejor desde otro punto de vista.
Un animal de a zona, narró lo siguiente:
“En mi chanchuna vida jabalina había visto tal cosa, estaba por hacer popó (suena más delicado que garco) entre las colas de zorro cuando un grupo de tarambanas venidos en intento de expedicionarios se metieron en los senderos por los cuales junto a la chanchada de amigos (piara) salimos a trotar por las tardes, y nos desarmaron los dormideros llevandose nuestras ramas, que encima perdieron a mitad de camino. Me parece que estos no terminaron el curso de boy scouts por correspondencia que tomaron.
A la noche se los vio felices, y romanticos porque apagaron las luces para ver las estrellas, aunque los baños con agua salada les cayeron tan bien que emanaban un aroma que a los chanchos de la reserva nos era familiar y nostalgico. Al otro día temprano, nuevamente se los vió romper las…, digo salir a caminar y explorar nuestra zona. Hasta posé para una foto que me sacó un humano al que llamaban Roberto. Más tarde, me contó una garza, que los vieron pasar en kayak viento “en proa” hacia la laguna Mar Chiquita, eran siete avezados remeros, preparados para surcar aguas desconocidas e inexploradas, con víveres y equipo de superivencia para semanas y elementos de seguridad inimaginables, chalecos salvavidas con bolsillos, silvato, luces intermitentes. Según me dijeron las lisas y pejerreyes que nadan por ahí, les pareció mucho para los 60 cm de agua que tenía el cauce, y demasiado exagerado para los 10 cm de agua que tenia la desembocadura. Como dijo el humano Rubén: …Con chaleco salvavidas en 20 cm de agua? Muchachos…dejense de joder!!!!. Luego de tres horas de estudios hidricos y debates de equipo, me contaron las gaviotas que los vieron regresar ante la imposibilidad de ponerle rueditas a los kayak por la escasa profundidad (a las aves les llegaba el agua a los tobillos). Regresaron a la base por la tarde, un retorno rápido por la tormenta que les humedecía la espalda impidió que almorzaran en alguna orilla. Lo que pareció una falsa alarma, al rato les hizo dar cuenta que el temporal de viento y lluvia no iba a ser una anécdota, y provocó varias corridas para evitar que los kayaks se les rompieran. (ver la foto del cañón tirapedos).









Ya en la base, una tormenta de tierra y cenizas les cubrió todo. Yo me heché a dormitar entre los pajonales sabiendo que estos rompe.. digo expedicionarios, no me joderían la existencia porque tienen la piel delicada y les pica si les da un poquito de viento y tierrita. Mientras llovía heché un vistazo para ver que hacían, no me gustó escuchar que más de uno tenia en mente pasarme por el asador si me encontraban a tiro, pero vi que se castigaban con unos ñoquis, quesito, y un tuquito de peceto mechado que me hizo abrir el apetito chanchuno y le dio tranquilidad a mi pellejo.

Después del chaparrón algunos improvisaron una ducha y aprovechando que el agua sobre la loza caía calentita se dieron una enjuagada con shampoo, jabón y hasta perfumito. Al humano Rubén le propusieron que venga a darme un abrazo porque en la casa no le iban a creer que salió de travesía agreste. Soy chancho pero no lo abrazo porque me pincha la barba. Después de la merienda-almuerzo partieron rumbo a su ranchada, dejando detrás unos recipientes de aguas coloridas que se tomaron la noche anterior, y que un amigo chanchuno (el “Babe”) que sabe leer, dijo ver palabras como “vino fino”, “saborizado con cereza”, “cosecha especial”.
Un grupo de aves migratorias me contaron que los vieron pasar por Piran (¿), otras por Madariaga y un cui me dijo que pasaron por Ayacucho. Escuche un comentario que a la brújula del humano Roberto le entro agua y por eso pegaron una vueltita extra. A opinión de nosotros los chanchos de la reserva, lo que hicieron fue más un rally de regularidad que lo que anduvieron en kayaks por esta zona. Ellos estan convencidos de lo contrario y se les veía la felicidad en la cara por lo bien que la pasaron. Si vuelven a visitarnos, espero que lo de mandarme al asador sea una joda, porque tenemos un misil abandonado de la base, escondido entre los yuyales apuntando al puente, que los va a estar esperando (va con onda). Firmado: Chanchos y ñandues de la reserva.
fotos: cortesía de Rubén
 
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